Lunes,
20-9-2010Salida en avión desde Sevilla a Madrid y desde allí a Nueva
York, donde llegué el mismo día a las 18, hora local.
He atravesado el Océano
Atlántico, entre idas y venidas, unas quince veces, así que ya no me llama la
atención la llegada al destino el mismo día. Colón no tuvo tanta suerte y tardó
casi dos meses y medio en llegar a América.
El traslado desde el enorme
aeropuerto JFK supuso mi primera toma de contacto con la ciudad de los
rascacielos. Un tráfico muy denso retrasó mi llegada al alojamiento, situado
entre
Central Park y
Times Square, lugares estratégicos
escogidos para desarrollar mi programa de visita a los museos
neoyorquinos.
Tenía comprada por Internet la tarjeta “The New Cork Pass”
para visitar durante 7 días unas 50 atracciones y fui andando a recogerla al
restaurante Planet, situado en el tramo más famoso de Broadway.
Por
primera vez pude contemplar la explosión luminosa que ha hecho de
Times Square un lugar único en el mundo.
Los teatros cercanos anunciaban en sus fachadas musicales exitosos como “Mamma
Mía”, “El Rey León”, “Mary Poping”, entre otros. Amables policías facilitaban
fotografiarse junto a los turistas: lo hice tras ponerme en una larga cola de
gente provista de cámaras digitales. Mesas y sillas de hierro permitían sentarse
allí libremente, sin necesidad de consumir en bares o restaurantes. Esto me
agradó, porque las utilicé durante un buen rato para disfrutar del ambiente sin
recibir la visita de ningún camarero, dándome sensación de libertad, en medio de
una multitud compuesta de diversas razas y culturas. Era mi bautizo con NY y no
pudo ser mejor.
Martes,
21-9-2010Me levanto temprano. Caminando por la 8ª Av. arriba llego a
Columbus Circus. Una enorme plaza
donde España y la cultura española esta presente no sólo por el monumento a
Cristóbal Colón que la preside sino también por las metálicas esculturas que
recuerdan a las
Meninas velazqueñas.
El lugar es espléndido, equivalente en términos urbanísticos a la Puerta del Sol
de Madrid, y sirve de frontera entre el norte y el sur de la isla de
Manhatan, teniendo a
Central Park en medio.
Iba en
dirección del
Museo de Historia
Natural. Mi candidez me hizo ir andando por la acera oeste del mismo
Central Park. Creía que la calle 79
estaba cerca pero pronto supe las grandes distancias entre manzanas de los
edificios. Durante el paseo mañanero comprobé la acumulación de centros
religiosos existentes en dicha acera, cerrados a tan temprana hora. Me hizo
reflexionar al ver su suntuosidad y abundancia, fruto de la influencia ejercida
por algunas comunidades religiosas protestantes y los pastores que las rigen. En
todas partes cuecen habas —me dije—. Viajar abre la mente y permite comparar lo
visto con nuestro entorno, volviéndonos más abiertos y tolerantes.
Al
llegar al enorme edificio del
Museo de
Historia Natural lo encontré en obras y cerrado. Me alarmé. Fui buscando
a alguien para pedirle información y una chica me indicó que abrían a las 10 de
la mañana, así que me tocaba esperar y cruce la acera para entrar por primera
vez en
Central Park, tras sacarle
una foto al monumento a
Humboldt
(Berlín, Alemania, 14 de septiembre de 1769 - 6 de mayo de 1859) cuya huella he
seguido en mis viajes.
Perros cuidadísimos son paseados por sus dueños a
primera hora por los caminos del mayor parque neoyorquino, se nota el valor
adquisitivo de sus dueños al ver raros ejemplares de diversas razas
caninas.
Cuando regreso, la entrada del Museo se ha llenado de gente
ansiosa de ver las maravillas que contiene. Siento una emoción especial al
sentirme por fin en su interior. Allí pasé el resto de la mañana disfrutando de
las vitrinas ambientadas en diversos lugares de la Tierra, de los enormes
dinosauros o con las simulaciones de ambientes tropicales. Reflexioné sobre la
enorme biodiversidad de nuestro planeta y aprecié más la VIDA. Cada uno de
nosotros, cada ser viviente, es una complejísima porción de lo existente, una
maravilla de maravillas. Eso este museo lo deja bien claro.
Al salir me
planteé mi siguiente visita. Decidí ir a la
Catedral de San Juan el Divino. Caminé por
la misma acera oeste de Central Park creyéndola no demasiado larga De nuevo mi
candidez me hizo no sólo llegar caminando al final de dicha acera sino dejarla
atrás, con creces, hasta la calle ll4. Llegué rendido, pero mi asombro se activó
al ver uno de los templos más grandes del mundo, con techos altísimos capaces de
albergar a la
Estatua de la
Libertad. Alguien dijo que la fe mueve montañas. Sin duda este edificio
es un buen ejemplo.
Ya tenía experiencia con las distancias, por lo que
pagando 27 dólares me compré una tarjeta para utilizar los transportes públicos,
metro y autobuses, durante 7 días. Fue un alivio regresar al hotel montado en un
vehículo. Cansado me dispuse a planear el día siguiente.
Miércoles, 22-9-2010Llego a la estación
de
Columbus Circus dispuesto a
montarme en el Metro que atravesando Manhatan de norte a sur me llevará al
muelle de embarque para visitar la
Estatua
de la Libertad, en la isla de igual nombre, y el
Museo de la Emigración, en otra isla
cercana.
Ver de lejos al icono de Nueva York, mientras se navega hacia su
encuentro en un barco lleno de turistas, es sentir realizarse un sueño. Estoy
aquí, estoy aquí, se dice uno mismo. La emoción llega a su cenit cuando se
desembarca y se sube a la terraza que sirve de base al monumento. Allí arriba,
sobre nuestras cabezas, está ella, hierática, imponente, indivisible en su
conjunto. Antes de subir ya visité el museo que explica su historia, su enorme
influencia en todo el mundo tras ser regalada por Francia al pueblo
estadounidense. Una poeta de origen portugués le hizo un famoso poema
comparándola con los colosos de la antigüedad. Quizá el Coloso de Rodas
produjera una emoción semejante a quienes llegaban a la isla griega. En
cualquier caso, merece la pena llenarse el alma con una palabra llamada
LIBERTAD.
Dejando atrás la Estatua, sin perderla de vista, se desembarca
en la isla donde miles de seres humanos llegaron, procedentes de diversos
continentes, para convertidos en emigrantes encontrar una nueva vida en Nueva
York.
El edificio donde eran recibidos es hoy un museo que refleja la
odisea que vivieron. Impresiona ver tantos rostros, tanta maleta, tantos paneles
con datos explicativos. Emigrar es huir hacia la esperanza y en este museo de
eso se aprende mucho.
De nuevo desembarcado en
Manhatan, visito el
Castillo Clinton, restaurada fortaleza que
sirvíó para defender a la ciudad. Luego camino hacia el cercano Distrito
Financiero, me hago una foto con la escultura del famoso toro bravo alli
situado, llego a Wall Street, paso delante de la Bolsa de Nueva York —centro
mundial del dinero y del poderío económico USA, entro en el lugar donde se firmó
la independencia de las primeras colonias norteamericanas y donde existe un
monumento a Georges Washinton.
Tras comer en un restaurante que fue
capilla protestante caminé hacia a la llamada “
Zona Cero”, o “Gran Manzana”, lugar de los
atentados islamistas cometidos en el año 2001.
Las antiguas torres
gemelas fueron derribadas, en su lugar se levantan otras nuevas; toda la zona
está obras, pudiéndose ver la parcela desde una plataforma elevada construida
para los viandantes.
Esperaba encontrar un memorial, pero para honrar a
las víctimas hay que ir a una iglesia cercana donde la gente pone flores en el
altar que tienen dedicado con sus fotografías. Fui a rendirles mi particular
homenaje. La vida es tan hermosa que nadie tiene derecho a truncarla, y menos
los fanáticos religiosos, sean del credo que sean.
Luego me dirigí al
Puente de Brooklin, que atravesé
casi entero por su zona peatonal. Un encantador paseo por tablones de madera
sostenidos por tirantas para situarse encima del agua y ver a NY desde otra
perspectiva.
Terminé el día en el
Barrio Chino para conocerlo de noche y
realizar unas compras. Es un barrio muy especial, lleno de comercios y
restaurantes, complementado por la cercana “
Pequeña Italia” que poco a poco se reduce
en beneficio del avance chino. Me propuse volver para verlo de día y regresé al
alojamiento.
Jueves,
23-9-2010Voy en Metro a visitar el
Lincon Center, un complejo cultural
surgido de la iniciativa privada. Está situado en la zona, entonces deprimida y
hoy muy boyante, donde se rodó la película musical
West Side Store. En una plaza ponen al
aire libre un pequeño mercado de frutas y los visitantes del
Lincon Center deben partir de una
cafetería cercana, donde son guiados por una experta. Se visita por dentro los
teatros del complejo, entre ellos el la ópera, del ballet, de conciertos, o los
de centros educativos allí existentes. Todo a lo grande, muy al estilo
yankie.
Nueva York hace tiempo que arrebató el liderazgo cultural mundial
a París, gracias a sus magnates que invirtieron millones de dólares para dotarla
de lo mejor. Buena prueba de ello es
Museo
de Arte Contemporáneo (MOMA), al que me dirigí después. Las vanguardias
artísticas, mezcladas con los artistas más decisivos del siglo XX, conforman una
impresionante colección de obras de arte, única en el mundo.
Sentí una
gran emoción ante “
Las señoritas de
Aviñon”, cuadro de
Picasso
que dio paso al cubismo, o ante
“La
Cabra”, escultura del mismo autor que se expone en el patio del museo.
Desde allí me fui a la
Catedral de San
Patricio, en la 5ª Avenida, bellísimo templo católico, y luego al
Empire State, símbolo neoryorquino que fue
inmortalizado en la película del gorila colgado de un reloj. Hay dos opciones
para subir, elegí la más alta y pagando un suplemento llegue hasta el llamado
“observatorio”.
Ver NY desde tan considerable altura, primero de día y
luego anocheciendo, lleno de luces, es una experiencia única, digna de vivirse
al menos una vez en la vida. Con ese regusto en mis adentros, regresé al
alojamiento.
Viernes,
24-9-2010Temprano me adentro en
Central Park. Paso junto al gran lago
dedicado a
Jakeline Kennedy y
caminando llego a la zona Este para entrar en
Museo Gulguein.
Ya conozco su
hermano de Bilbao, que ha dinamizado la vida cultural bilbaína, pero este de
Nueva York es la madre de los museos gulguenieanos, nacidos de la amistad de un
magnate con una baronesa alemana. El pintor ruso
Kandinsky es la base de la colección,
neoyorquina pero subiendo por su explanada en forma de caracol, o entrando en
sus salas aledañas, pueden verse cuadros fundamentales de diversos autores
modernos.
En la misma zona, más cerca de
Columbus Circus, se encuentra el
Metropolitam Museum, meta mundial de los
amantes del arte.
Egipto, Roma, Bizancio, tienen una importante
representación en sus salas, en las que destaca el legado del banquero Robert
Leheman, cuya colección se donó a este museo tras exigir mantenerla junta y no
dispersarla por otras dependencias.
A pesar de todas las maravillas allí
reunidas, yo esperaba más, quizá algo semejante al
Britis Museum de Londres, pero los
británicos son más viejos en atesorar obras de arte y eso se nota. En cualquier
caso la colección de pintura española de
Metropolitam es excepcional.
Velázquez, Murillos, Goyas, Grecos y algún
Zurbarán llenan de orgullo patrio a
quienes proceden de España y los ven, especialmente el excepcional retrato
velazqueño de
Juan de Pareja, uno de
los cuadros que por su precio marco un record en las subastas de obras de arte.
También ese orgullo se exalta contemplando el renacentista
Patio del Castillo de Vélez Blanco,
comprado por este museo para trasladarlo piedra a piedra y exponerlo en sus
salas. Me asalta el famoso síndrome de insensibilización, asi que salgo a la
calle y con las retinas llenas de arte, llego caminando a la 8ª avenida y luego
al alojamiento.
Sábado,
25-9-2010Por la mañana hago un crucero de tres horas de duración para
dar una vuelta completa a la isla de
Manthatan. Es una experiencia gratísima,
sobre todo cuando ya se conoce el interior insular, pareciendo como un
reencuentro con sus edificios, con la estatua de la Libertad, o sirve también
para descubrir perspectivas inéditas del Nueva York no urbano al salir de sus
lugares más emblemáticos. Ver de lejos y en sólo paseo el edificio de las
Naciones Unidas, o el
Yankie Stadiúm, sólo es posible mediante
esta excursión por los dos brazos acuosos que abrazan a una ciudad imposible de
explorar en su totalidad con tan poco tiempo.
Al desembarcar, junto al
mismo muelle situado frente a la calle 42, hay una especie de parque temático
militar en torno al no usado portaaviones “
Intrepedid”. Sin grandes entusiasmos entre
a verlo. El poderío norteamericano resuma en este mastodóntico barco, lleno de
aviones en su cubierta. Lo más sugerente para mí fue ver sus cocinas, sus
dormitorios, donde los marineros yankies debieron pasar largas travesías por los
mares. Soy pacifista por naturaleza, jamás he disparado un tiro, así que tanta
arma de guerra me resbala y me voy del barco lo antes posible, aunque la gente
forma largas colas para entrar en él.
Para rematar el día camino hacia el
Museo de Cera de Madame Tossaud,
cerca de Times Square. Me codeo con artistas, políticos y celebridades. Una
experiencia divertida, pero de antemano se sabe que es la ilusión la que
funciona ante tanta figura hierática pero agradable de ver.
Domingo, 26-9-10Pensaba ir a Atlantis
Cyty, un lugar veraniego y con muchos casinos de juego, pero cambié los planes y
me quedé en Nueva York.
A media mañana fui al
Zoo de Central Park. Visitarlo un domingo
es una gozada. Los niños son llevados por sus padres a ver animales de diversas
especies, cuidadosamente expuestos en vitrinas y con remedos de sus etornos
naturales. No es muy grande, su concepción es distinta a los zoológicos europeos
y mediante un corto recorrido se visita con facilidad. En los alrededores del
parque, frente a la Avenida de las Américas, se pueden ver enormes estatuas de
libertadores sudamericanos, como
Bolívar, San Martín o Martí. De nuevo lo español se
hace presente en una ciudad que habla castellano como segunda lengua. En
cualquier sitio se encuentran personas con quienes dialogar sin problemas de
entendimiento lingüístico. Eso se agradece especialmente por quienes no hablamos
inglés.
Almorcé en la cafetería del mismo
Zoo y luego me dirigí al
Rockefeller Center para subir a un nuevo
rascacielos, desde el cual pude ver de lejos al
Empiré State. Luego mediante un guía
visite los estudios televisivos de la
NBC, situados en la calle 48. Vi platós
donde se realizan programas de éxito o se hacen informativos. La Televisión en
Estados Unidos es distinta a la nuestra. En poco tiempo se cambia la imagen y
para los no acostumbrados puede resultar estresante. Ya es de noche cuando
regreso al alojamiento.
Lunes,
27-9-10.Me levanto a las cinco de la madrugada para dirigirme a la
Estación Central, de cuyas cercanías
salía en autobús que me llevará a las
Cataratas del Niágara, tanto en su lado
canadiense como USA.
Los viajeros somos atendidos por guías que hablan
inglés, español e italiano. En el viaje se atraviesan los
Estados de Nueva Jersey y Pensylvania
hasta llegar a la frontera canadiense, que atravesamos tras los trámites
correspondientes.
Llegamos al anochecer, pero con tiempo para contemplar
los espectaculares saltos de agua que tenía ganas de ver desde que en los años
cincuenta del pasado siglo contemplé la película
“Niagara”, con Marylin Monroe y Josef
Cotten como protagonistas.
Ver este prodigio de la Naturaleza es
sentirla latir con vehemencia para amarla más. El lado canadiense es una especie
de parque temático que gira en torno a las cataratas. Miles de turistas acuden
para visitarlas y eso bien han sabido aprovecharlo a ambos lados de la frontera.
Por la noche paseo un rato, para estirar las piernas, por calles solitarias de
la ciudad de Niágara. Llovía y decidí irme pronto a dormir en el hotel donde nos
habían alojado.
Martes,
28-9-10.Nos levantan temprano, desayunamos y de nuevo al autobús. Nos
conducen a ver un gran reloj situado a cielo abierto y hecho de flores, cuya
decoración cambia cada año.
Canadá es el segundo país del mundo en
extensión. Para mi representa el ideal de lo que una potencia colonial pudiera
esperar.
Allí lo inglés se ha mantenido hasta el punto tener por Jefe de
Estado a la Reina de Inglaterra, no hay indigenismo, ni negritud, y exceptuando
la parte francesa de Quebec todo lo canadiense resuma el estilo británico de ser
y de vivir.
Hubo dos formas bien distintas de colonialismo: el inglés y
el español. El primero produjo naciones extensas, con gran estabilidad política
y económica (Australia, India, Sudáfrica, USA, etra). El segundo se basó en la
religión, la cruz iba delante de la espada y sus resultados fueron países
inestables, pobres y divididos. Es lamentable constatar el fracaso del modelo
español. Como ser humano quizá hubiera preferido que Colón descubriera América
bajo el amparo de la corona inglesa, así los sudamericanos serían hoy más ricos
y estarían mejor organizados política y económicamente, pero siendo egoista ese
modelo hispano me permite hablar sin grandes dificultades mi idioma en Nueva
York. La Historia ya no se puede cambiar. Las cosas son como son y debemos
asumirlas con todas sus consecuencias.
Tras el nuevo trámite fronterizo
regresamos a Estados Unidos. Esta vez, de dia, puedo contemplar mejor las
Cataratas desde varios sitios distintos, entre ellos un elevado mirador, o muy
de cerca previo cubrirme con un impermeable para en barco situarme a poca
distancia de las caídas de agua.
Es una experiencia única, sorprendente,
maravillosa, para vivirla al menos una vez en la vida. Me alegro enormemente de
estar allí, gozando del momento, mientras cientos de personas exclaman su
asombro anter tanta agua embellecida.
El regreso a Nueva York fue ya de
noche. Había merecido la pena una excursión que, además de contemplar las
Cataratas del Niágara, me permitió pisar por primera vez suelo canadiense y
mediante las explicaciones de los guias, saber más de la historia
norteamericana, o de extraños grupos humanos que, convertidos en sectas, no
viajan ni ven la televisión porque se lo prohíben sus creencias. Algo
alucinante, pero cierto.
Miércoles,
29-9-2010Me dirijo a la
Biblioteca Pública de Nueva York, situada
al sur de la 5ª Avenida. Allí me proporcionan conexión gratuita a Internet, algo
muy de agradecer porque mis anteriores conexiones las pagué en lugares privados
a dólar los diez minutos, carísimo si tenemos en cuenta las tarifas planas
españolas. Además, leo periódicos en inglés que medio entiendo y luego salgo de
la biblioteca para caminar hacia el peculiar
Museo del Sexo, junto a la calle 27. Nada
del otro mundo, lo más interesante es ver el sexo practicado por animales como
la tortuga o los leones, porque el sexo humano se expone de forma pudorosa y sin
caer en la pornografía. Como curiosidad la visita vale, pero no es
imprescindible.
Llevo todo el día caminando pero no estoy cansado. Tenia
curiosidad por ver de cerca el edificio de
Naciones Unidas, situado en la 1ª avenida.
Se le nota su antigüedad. Parece vetusto en comparación con otros edificios
neoryorquinos. Su parte superior aparece con andamios y guindolas, quizá lo
estén restaurando. En cualquier caso lo hemos visto tantas veces en los medios
informativos que se siente una íntima satisfacción al tenerlo al alcance de la
mano. No había banderas desplegadas, ni se puede entrar a su interior como
turista.
Desde aquí se podría gobernar el mundo, si algún día se dieran
las circunstancias para ello. La ONU fue consecuencia de la Segunda Guerra
Mundial, el multimillonario Rockefeller hizo un buen negocio cediendo unos
terrenos que luego revalorizaron sus propiedades aledañas. Era listo el hombre,
no cabe duda.
Jueves,
30-9-10Como anteayer, hoy también saldré de Nueva York para,
utilizando el mismo procedimiento del autobús, dirigirme a Washington D.C.,
capital de Estados Unidos y lugar decisivo en la política mundial.
Un
largo viaje me conduce frente a la enorme estatua de
Abraham Linconl, situada en una especie de
templo griego; al memorial dedicado a las guerras de
Corea o Vietnan, a la celebre
Avenida de Pensylvania, al
Obelisco, a las inmediaciones del
Capitolio o frente a la
Casa Bñanca, donde me encontré con
Conchita, una pacifista española que lleva
varias décadas viviendo alli bajo plásticos para protestar por las guerras en el
mundo. Todo un ejemplo de coherencia que le ha permitido entrar en el Libro
Guinnes de los Record. Me impresionó hablar con ella. Su sacrificio es enorme,
pero personas así nos ayudan a ser más humanos.
De regreso a Nueva York,
antes de entrar en el
Tunel Linconl,
que tiene tres kilómetros de largo y está debajo del Rio Jakson, vi por la
ventanilla del autobús un letrero luminoso con el nombre
“Café Sevilla”. Algo anecdótico pero que
muestra la universalidad de la ciudad donde vivo y que tanto amo.
Viernes, 1-10-2010Por la mañana cojo el
Metro en
Columbus Circus para ir a
la calle 55, al norte de
Mantahan y
muy alejada del cogollo de la ciudad de Nueva York, para visitar
The Hispanic Society of América, entidad
fundada a principios del siglo pasado por un filántropo hispanista que empleo su
dinero en reunir miles de libros, carísimos mapas o documentos, además de
cuadros de
Velázquez, Goya, el Greco
y sobre todo la serie pintada por
Sorolla
que pudimos ver hace poco tiempo en España y que tanto éxito de publico
tuvo bajo el amparo de Bancaja.
Hablé con el bibliotecario, comentamos
aspectos de la cultura española en general y la importancia de tener una entidad
como aquella en NY.
Gracias a él pude ver tesoros como un mapa original
de
Vespusio fechado en Sevilla en
1520, o un códice mexicano reflejando la genealogía de una familia
azteca.
Me alegró ver en el exterior del edificio una escultura del
Cid Campeador similar a la existente
frente a la Universidad Hispalense.
Para cualquier hispano supone un
orgullo visitar un centro cultural así, pero sospecho que pocos turistas
españoles se acercan por alli, no sólo por su lejanía de
Times Square, sino porque desconozcan su
existencia.
Desde allí me dirijo een Metro al
Barrio Chino. Tenía el propósito de
conocerlo de día. A diferencia mi anterior visita, que fue de noche y corta,
ahora me paseo por la extensa calle Canal, veo pescaderías donde se pueden
comprar tres bocavantes por 20 dólares, una bicoca, o entro en restaurantes con
sabor asiático cuya comida no me atrae.
La zona dedicada a los italianos
se llama
“Pequeña Italia” porque
allí se estableció la primera comunidad emigrante del país alpino y poco a poco,
como ya dije antes, se va reduciendo en beneficio de los chinos, invasores
pacíficos de locales occidentales sin saber nosotros de dónde sacan el dinero
para alquilarlos.
Termino el día yendo de nuevo a
Times Square para despedirme de Nueva
York. En esta plaza me llené de esta ciudad al llegar a ella y aquí pongo punto
final a mi visita. Los luminosos me dicen un hasta luego, porque aunque no los
tenga tan cerca seguro que los seguiré viendo reflejados en cualquier sitio
relacionado con esta mágica ciudad.
Días 2 y 3-10-2010, sábado y
domingoRegreso en avión primero a Madrid y luego a Sevilla. Mi ciudad
novia sigue igual. Nada cambió durante mi ausencia. De nuevo estoy aquí, en su
seno, dispuesto a seguir disfrután
dola.